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Gentrificación y delito en la Ciudad de Buenos Aires, ¿Cómo vender la seguridad y ganar el gobierno?


            ¿Qué es vender la seguridad?:

            Hay que considerar un interrogante que puede ser lícito si aceptamos que la relación entre lo que se entiende por seguridad, y las políticas de Estado suelen ser un fenómeno claramente distinto de lo que piensa la población.

            A la pregunta: ¿Cuánto conocen los habitantes de la ciudad de Buenos Aires de lo que hace su propio gobierno? Podremos llegar rápidamente a la noción de que es muy poco, y que más bien tienen valores, iniciativas y anécdotas que conforman la realidad que les toca vivir. El voto que no es maximizador de intereses y políticas concretas sino que se trata en primer lugar de votos heurísticos, esto es en valoraciones generales que poco tienen que ver con condiciones y análisis de estas políticas públicas.

            ¿Acaso la seguridad es una forma de tratar las problemáticas que amerita otra forma de pensar? La prepuesta es no, la seguridad, o la inseguridad, su lematización deja mucho que desear no es un tema que se conozca en profundidad, ni científicamente, por eso es importante pensar, que gran parte de la demanda de seguridad es tan abstracta como la de otros servicios públicos, ejemplo: “Educación pública, gratuita y de calidad”. Poco importa entonces ver que muchos datos pueden contradecir estas esperanzas, lo mismo ocurre con la seguridad.

            No obstante los partidos políticos, los candidatos y el sistema institucional no se pueden conformar con este Estado de cosas. Podemos analizar entonces que el debate “teórico” por la seguridad tiene esquemas maniqueos y simples los cuales se basan en: garantistas de izquierda y punitivistas de derecha. Esta dualidad simple es la que puebla gran parte de las consideraciones generales sobre el tema. A la Ciencia Política en particular que no le interesa el abordaje criminológico, se le puede delimitar otras clases de preguntas. ¿Hay grandes variaciones sobre los temas de seguridad? Cuando analizamos en general, lo que vemos es que la Ciudad de Buenos Aires no difiere sustancialmente del resto de las ciudades del país ni de cómo la Nación trata algunos problemas fundamentales, este “responder” a las demandas de inseguridad, más bien tiene que ver con complacer ciertas demandas, como resultado las políticas se entorpecen, y los debates se oscurecen muchas veces sin consecuencias sobre los funcionarios.

            Por esto gran parte de la apuesta de los partidos políticos es vender su idea de la seguridad, con sus funcionarios y representantes como buenos combatientes contra el crimen da igual si se trata de Sergio Berni, Montenegro, el Fino Palacios, entre otros, incluso cuando se crea el ministerio de seguridad se hace en este sentido. Podemos entender que la respuesta dada es para la observación de la ciencia política mucho más importante que simplemente bucear en la interminable cantidad de casos que de alguna manera u otra, van conformando una suerte de cosmovisión de las victimas de la inseguridad.

            La sociedad argentina en su desigualdad tiene por fuerza, una constante necesidad de mantener la conformidad a base de propaganda gubernamental, en este sentido, la seguridad no escapa a ello, el margen de maniobra, está dado entonces por la lematización específica, por ejemplo la peligrosidad del delito callejero gracias a los medios de comunicación parece ser mayor a la de ser víctima de trata de personas. ¿No es esto una construcción de sentido que justamente busca mantener el status quo además de la criminalización de ciertos sujetos considerados peligrosos?

            Una sociedad que demanda soluciones pero que no le importa el cómo, esta es la forma en que se van configurando las realidades donde vender la seguridad, hacerla una promesa útil, una garantía, termina por privilegiar el léxico fascista, las poses punitivistas, y a la vez el cálculo frío sobre la conveniencia de intervenir o no en determinados lugares.

            El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es representativo en este sentido, mientras que sus políticas de policía tuvieron gruesos errores, si consideramos gran parte de su accionar esto importa poco. No es cierto que el liberalismo sea un discurso accesible a todos, y que a partir de allí se crítica al Estado más bien es al revés, sólo ciertos sectores privilegiados hacen uso del dispositivo liberal para mostrar cuáles son sus intereses. En la mayoría de los casos un sentido común achatado, va redescribiendo las relaciones cómo fácilmente se las presentan los medios de comunicación.

            ¿Acaso se puede vender el conformismo y el miedo a la par? La respuesta parece ser afirmativa, mientras que ciertas víctimas son cada vez más víctimas a la par que pareciera que hay un rédito político en presionar en la agenda sobre ciertos temas, otras víctimas son caracterizadas progresivamente como menos sanas, cultas, útiles, y dedicadas a su propia vida. En ese gris, nuevamente aparece el espacio necesario para poder reclamar aquello que parece inaccesible, ese poder para razonar entre líneas.

            La visión tardo moderna- parece ser la esencial a la hora de llevar adelante políticas de seguridad que vayan a la par con el resto de la administración, si menos es más, incluso puede que esto derive en lucro para los administradores de la ciudad. Cabe pensar si en este sentido, la vigilancia progresiva y en aumento de la Ciudad de Buenos Aires no es una estrategia a largo plazo. Lo cierto es que en el periodo de las dos gestiones del PRO esta realidad no se iba a materializar en forma sencilla. Podemos sin entender que en la medida en que la ciudad es “reformulada”, también, el resto de su ambiente es condicionado.

            Podemos denunciar que se trata de una ciudad hipócrita porque las clases populares sufren más violencia que las clases más acomodadas. Esta crítica social es sólida empíricamente, pero como podemos entender no se traduce a votos. Lo que podemos entender por el contrario es que, si un problema es costoso, y tal vez  imposible de eliminar porque es funcional a un grupo en el poder, ¿por qué no sacar provecho de él?  

            En este sentido, es mucho más útil mostrar una serie de políticas discontinuas, mostrar el fracaso de otras gestiones ante el delito, jactarse que la violencia de la Ciudad de Buenos Aires es menor a la de otros sitios (sea esto real o falso) y desde allí vender la seguridad sin hacer grandes despliegues de gobierno.

            ¿Cómo podemos entender este comportamiento a la par de conocer la serie de mecanismos sociales disciplinadores y que gestionan la desigualdad? Lo primero que tenemos que dar por sentado es que no se trata de una mera casualidad, la inseguridad es un formato a ser plenamente modificado por la propia clase dominante, y la clave cognitiva por la cual se decodifica con el tiempo esta realidad se hace a la par.

            (…)

La inseguridad en el plano electoral, conduce una parte del gobierno en su progreso particular de sus élites para maximizar sus carreras y cargos. En este sentido, los intereses lucrativos de la ciudad, los grandes actores políticos y económicos son actores de veto mucho más concientes de sus intereses que los ciudadanos a pie, que el hombre común. Sólo por esto debemos considerar el fenómeno de la gentrificación, si se observa como se destinan más recursos para vivir mejor en la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires, consideraremos correctamente que ciertas cuestiones han sido naturalizadas para ciertos barrios y otras no. En este sentido el sentido común le dice a la propia gente que si se cometen delitos terribles en barrios más adinerados en los barrios más pobres, la violencia será aún más terrible. ¿Conexión causal? Ninguna. Sólo una naturalización de entender que la policía y las fuerzas de seguridad en su discriminación tienden a proteger de mejor manera a los que más tienen. Si esto no se cumple, ¿cómo se podría cumplir con los que menos tienen?

            Mejorar un barrio, repoblarlo, quitar a sus antiguos habitantes es una manera de hacerlo “más seguro” para ningún gobierno esto reviste especial interés, de hecho desplazar sujetos conflictivos que necesitan asistencia del Estado para ser reemplazados por otros que no la necesitan y además pagan impuestos es una ganancia directa para el Estado, para la policía y muchas veces para incluso el delito complejo, no importa en cuáles de sus ramas este presente.

             ¿Por qué la gentrificación es tan importante en este sentido? Como estamos exponiendo no se tratan de simples especulaciones abstractas sino en la forma en que los individuos se mueven en el territorio, en la forma en que la Ciudad de Buenos Aires se desarrolla más verticalmente la cantidad de personas por metro cuadrado crece, en este sentido, la sociabilidad de barrio se altera profundamente. Por lo que una forma nueva de manejarse con el propio barrio se establece, el televisor gana espacio con el contacto sobre el vecino e incluso los vecinos repiten al televisor. En este punto de vista, la mejora “estética” de una zona, siempre es vista como una atención por parte del gobierno a una zona en particular. En este sentido podemos ver que las plazas, primero fueron enrejadas, luego “embellecidas” y luego se profundizó la idea de la protección del patrimonio por partida doble.

            ¿Por qué no se toma en cuenta este proceso de relocalización constante de las intervenciones urbanas? Primero porque una vez desalojados, y reemplazados, la antigua comunidad no extraña a los elementos “problemáticos”, da un cheque en blanco a la solución y entonces, sí puede justificar el accionar de un barrio más seguro. Se trata de una competencia espacial. Esta competencia espacial termina reflejándose en lugares donde son más bellos, y por eso más seguros, porque el elemento, feo, delincuencial ha sido erradicado. ¿Acaso esto no va en contra de la idea misma de una presencia de seguridad más fuerte sólo porque la gente estaría complacida de ver más y más policías?  

            Podemos considerar que hay un motivo muy importante para esta serie de deducciones, la primera, considerar a los que votan la seguridad, la preocupación en torno a proteger el propio patrimonio no viene de un ocupante “ilegal” de una casa sin uso, sino que viene de sus vecinos. En esto la ideología en torno a la solución es sencilla y sólida.

            ¿Acaso en este sentido no son las micro intervenciones de gentrificación las más importantes? Desalojos ocurren en la ciudad sin ser vendidos como una política de seguridad, pero que en la práctica reditúan como si fueran la más efectiva de estas políticas. Además pese a que profundizan el problema de la crisis habitacional, no hacen que ese problema sea parte de la vida de quienes sí son propietarios.

            ¿Por qué la intervención urbana es sin que sea la más violenta la más estratégica de las intervenciones del Estado a la hora de ordenar el territorio y dar seguridad? Primero debemos considerar que, la proximidad de las condiciones de vida de las personas hace a su comprensión general del voto y de la situación del país y la ciudad. Esto hace que la seguridad pueda ser un problema pero que este “solucionado” o sea menos grave en ciertos lugares. Además en muchos lugares donde se cree que nada mejor puede pasar, y que esta zona será particularmente siempre la misma, es en donde la llegada del policía, del control- violencia, y acatamiento tácito de sus actividades son justificadas son mayor facilidad. En esencia, esta forma de administrar el territorio hace que la civilización, las mejores zonas, sean el capital simbólico fundamental en cuanto a bien aspiracional de los ya propietarios. En este sentido, se constituye que la sola administración del territorio hace que por gozar de zonas menos violentas, opulentas, y seguras se pueda “vender” la imagen de un estado de situación que sería la superación de las penurias que otros sufrirían. Esta situación poco clara es fundamental.

            Podemos considerar ciertamente que en estas intervenciones hay críticas posibles a la forma real en que fueron hechas, podemos analizar también que el margen de maniobra que da la sociedad ante estas cuestiones es muy amplio. El barrio que sufrió la gentrificación es bueno por sí mismo. Esta relación tiene además toda una serie de estrategias. La primera obtener control más claro sobre el espacio público, la segunda tratar de derivar de él nuevas ganancias que en otro caso no se podrían obtener.

            Fenómenos como los manteros de Florida que tienen que ser expulsados para poder dar espacio a los comerciantes que alquilan en frente de ellos es un caso paradigmático. No son siempre políticas de seguridad, sino políticas de blanqueamiento de los espacios, calles, parques, las que incluso si ocurren delitos esto son menos fáciles de imaginar. En este sentido, los avances irregulares dan prueba de ese efecto.

            La seguridad en el régimen anarco liberal en la forma tardo moderna, hace que la relación entre riesgo y valor vayan de la mano, además impulsa por la competencia real en infraestructura, cercanía a los servicios estatales y privados, comodidad, acceso al entretenimiento, etc. De esto se deduce la expulsión de otros contingentes de personas. Allí es donde podemos ver que la seguridad privada aparece porque puede ser pagada, y allí es donde el costo privado, y el costo público por proveer seguridad a los que más tienen incluso cuando crean (guetos) para auto-guarecerse es tanto más bajo que asegurar el resto del territorio.  

            La venta de la seguridad es una ideología que busca ante todo hacer mercantil este problema, sus intervenciones en torno a ciertos lugares acompañan siempre a la inversión privada, al hacer esto, ganan el consenso en la clase dominante. ¿Por qué mejorar la iluminación de sectores alrededor de los Shopping y no dar luz a los asentamiento más precarios? En parte porque la buena sociedad considera que su “seguridad” es algo por lo que ya han pagado con anticipación mientras que la seguridad en abstracto sería consecuencia de algo más complejo.

            El desarrollo de las fuerzas policiales, su costo, su administración y el poder de negociación y de represión que conllevan son mucho más importantes de lo que se podría considerar. La ciudad de Buenos Aires a merced de la seguridad que provee la nación en la carrera política de un partido de centro derecha, o derecha fue una paradoja particular que dejó al PRO, en una situación compleja, este no pudo vender la mano dura por que sí, lo que sí pudo hacer es forzar todos los mecanismos para: convencer a los votantes que haría lo más cercano, enrejar espacios públicos, desalojar personas en situación de calle, desalojar casas tomadas, y que tomaría ciertos elementos del propio patrimonio e intervendría positivamente en ellos. Esto es lo que se entiende por gentrificación, frente a lo que podría haber sido una simple política de mano dura, más anti moderna, típicamente de la tradición anterior de una derecha relacionada a los militares, a la represión simple y llana, la política de seguridad tardo moderna, prefiere parecer una derecha democrática, sensible para las necesidades de sus votantes, y centrada en la gestión. Tanto es así que si no hay resultado se deduce que es porque no se hicieron las soluciones técnicas acordes y no por decisiones políticas.   


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