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¿De qué se habla y de qué se calla cuando se habla de inseguridad? (Versión 1)

¿De qué se habla y de qué se calla cuando se habla de inseguridad?


            Uno de los grandes problemas que tienen ciertas afirmaciones cuando quieren demostrar una simple opinión es parte de conceptos generales usados hasta el cansancio, ¿puede uno creer que por el simple hecho de nombrar una hegemonía ya obtendrá la premisa para poder reemplazar la palabra más justa y simple que podría ser “dominante”? el intento de deshacer el dominio en una consigna simple sólo demuestra una cosa, la palabra “hegemonía” puede reemplazar sociedad, naturaleza, función, “articulación” o la que sea, y termina por ser una mera descripción, para peor la “contra-hegemonía” se vuelve por si misma absurda, a esta pregunta queda claro que se deriva una sencilla: ¿Se puede estar inseguro si no es dominado por nadie, nada en particular? (problema del concepto de la libertad en términos absolutos) Esta lógica ha sido desbancada desde el momento en que la palabra “inseguridad” es un fetiche (primero porque reemplaza una serie de conceptos y luego porque es una característica imaginaria que es asumida en forma obsesiva- como el gran concepto sobre el cuál, habría la posibilidad de pensar aquello que estaría oculto), el objeto de estudio se torna viscoso- bien podemos ya partir de dos ideas concretas, a) la protección de los individuos de sí mismo, su percepción de la seguridad, b) la protección de objetos, territorios, objetivos, beneficios, en esta segunda variable la forma racional-económica sí es mucho más potente que en el primer caso. ¿Podemos aceptar que un Estado sea “soberano” si esta amenazado por otro que lo puede hacer desaparecer? Esta pregunta es la pregunta clave de la teoría política, es evidente que en ella, se responde por la variante b. El Estado, decide qué protege y qué regula. Bien podemos decir que con el paso del tiempo, juzgar en términos de utilidad en abstracto- es decir ¿cómo debería ser la correcta protección? o la protección más útil. Puede que derive en un absurdo, este sin duda que no se trata de otra cosa que la naturaleza misma del Estado. El par “seguridad/inseguridad” no responde simplemente a un “orden objetivo” y exterior al poder o las relaciones sociales, y sobre todo, el orden muchas veces es innovado por medio de contradicciones, de concesiones, y re-escrituras de lo legal-ilegal que operan mucho más que la división: “seguridad/inseguridad”.

            -La Disputa por el sentido de la seguridad-

            Suponer en forma bien pensante que la protección social es el objetivo del Estado es darle al Derecho, y no a las relaciones sociales el papel preponderante, es decir al deber ser. Este deber ser, trabaja entonces como horizonte regulativo y promete con el tiempo ir hacia un progreso indefinido de adaptaciones que gracias a la técnica lograrían el milagro de una vida más segura.

            En este sentido Foucault, y también Marx podrían ya dibujar un itinerario, lo primero que debemos decir,- ¿Quién es el que debe decidir qué es la salud? ¿Cómo debe alargarse la vida del individuo? ¿Cuán profundas son las razones que hacen necesaria su supervivencia?- bien podemos entender que la relación de la Clínica, Hospital y la relación del profesional que forma el médico y el enfermero, tienen una importante enrome. Muchas grandes amenazas hacia el Estado, una epidemia, una guerra, una catástrofe natural, la propia negligencia del Estado, muertes cuantiosas por no previsión forman parte de un universo que queda fuera de la inseguridad en la forma en que se presentan en los medios de comunicación. La seguridad en la supervivencia de un grupo dominante puede en su nombre soportar enormes sacrificios de la colectividad. Podemos entender entonces que, la técnica de la medicina, y su saber hacen que la gente viva más años en una sociedad, y formas particulares y no en abstracto. La medicina bien lejos está en la práctica de buscar la “inmortalidad”, pero, como efecto del desarrollo de la técnica estira el proceso por medio del cual las personas pueden sobrevivir. En este sentido en una empresa ocurre lo mismo, autoritariamente, un empresario decide, cómo, quién y cuándo. El beneficio que obtiene, vale para sí el resto de las respuestas, nunca en este proceso, hay parte para los que sujetos a sus gobiernos, si en este sentido vemos “el gobierno” de la conducta, el poder pastoral, vamos por buen camino. El problema que tenemos ahora es pensar, ¿cuál es el resultado de las sociedades con instituciones represivas cada vez más específicas? Nuevamente será desde el exterior como se definirá la pobreza, el delito y la victimización, la gran parte del poder de la pregunta por la inseguridad, es la pregunta que se hizo Foucault por la locura, ¿cómo fue que en cierto momento de la historia hay un giro en el tratamiento hacia los que serían los locos?- el resultado es que el complejo saber de la “psiquiatría” es aquel que se encarga de ir creando conceptos en la medida que hace posible la comprensión de esto. Entonces, en este caso, queda la pregunta, interesante, podemos saber que el sistema penal, tiene una relación privilegiada con el reo, y la víctima, si es compensada, en reparación es por la venganza, no mucho más. Claro que esto tiene sentido cuando se piensa en la venganza privada,- particulares que se matan y se roban- la pregunta se desdibuja luego, ¿Hay un saber sobre la inseguridad? ¿Es momento necesario de hacer que lo que podría ser paranoia, hipocondría, fobia, prejuicio, frustración, etc. sea asimilable a una respuesta abstracta y brumosa como la inseguridad?- es evidente que la sociedad “eligió”, que la inseguridad sea un problema pero un problema del Estado en una necesidad que como tantas otras, debe cubrir en sentido absoluto sea o no esto realista, le interese o no al grupo dominante. 

            Ante esto se abren dos caminos, el camino de: la cada vez más perfecta idea de la victima en todas sus formas, la idea del represor, y el fenómeno que no se considera ya como la racionalidad como en el caso del loco, sino de la tranquilidad, de la paz, de la relajación. En este sentido, podemos ver que se trata de una necesidad que no tiene una base tan concreta, por eso impacta, la inseguridad tan cual se la sienta más cercana. En este sentido, la televisión afecta, pero no determina. Esto se da a la par de que la inseguridad, es una producción cultural. La inseguridad moderna, su percepción la forma en que llega a ser imaginada tiene una producción material, y audiovisual importante, “educa” a futuros delincuentes y a futuras víctimas. Es evidente sin embargo que el conocimiento científico sobre el delito, sobre su represión  y sobre quienes han sido los más exitosos para delinquir es algo que queda por fuera de las mayorías. Si la televisión va creando un sentido de la inseguridad, y trata que esta sea tan sencilla de asimilar como el deporte, una publicidad, u otra, “mercancía”, porque no deberíamos cuestionarnos antes que otra cosa, ¿cómo la sociedad se conforma con descripciones tan chatas de la inseguridad?

            Sumemos a esto, una parte importante, el entretenimiento necesita adrenalina, y en este sentido, construir mejores casos de inseguridad, hace que la gente crea que la independencia de los medios es verdadera, es decir, no se trata de una versión de números absolutos, los difíciles de transmitir, cuántos delitos, puras cuestiones de administración tecnocrática sino de partir de una realidad más sencilla, ¿cuál es el mejor delito para mostrar?- como en el caso de la pornografía, no se trata sólo de una actividad que tiene baja reputación, el amarillismo tiene un cierto fin placentero. Incluso se dedican videos de bloopers que muestran a delincuentes que no saben hacerlo bien, una sociedad que se mofa de la inseguridad, parecería enferma pero no lo es tanto. En este sentido como en el caso de la guerra, se muestra y crean narrativas, donde la represión se de acuerdo a un punto de vista. Es absurdo pensar que la idea de un aburrido video de delitos, sin ton ni es serían del agrado del público. Bibliotecas enteras de criminología no son asaltadas por cientos de individuos. Como saber cerrado y como disciplina deja por fuera a gran parte de la población. Lo que es cierto es que hay una clave de lectura, el que gusta de ver del noticiero que no es todo el mundo, tiene una pauta donde cree que el peor delito, tiene que ser el más importante, ¿acaso sabe por qué ese delito es el peor? En este respuesta esta la discusión de la ideología.

            Queda claro que pensar cómo se percibe el miedo es una pregunta por la naturaleza de la comprensión y la intelectualidad humana. La mayoría pésimamente se podría proteger de diversas amenazas, pero los medios de comunicación se cuidan en hacer notar que la culpa, y la falta es de ellos, sino que se trata de la culpa del estado por no prevenir, no castigar, no planificar.

            Esta infantilización de la inseguridad, hace que el delito, un objeto mucho más claro, y la Ley el sistema que organiza las conductas prohibidas sean desconocidos cada vez más por un relato “laxo” sobre qué es el bien y qué es el mal. Si no se discute legalidad, y el sentido de los delitos, es claro que sólo queda la idea de la violencia, la cual tiene una naturaleza distinta. El sadismo en un crimen, su parte menos racional, la que más agrada a la hora de hacer del castigo, y de sus pésimas condiciones una especie de consagración de la sociedad, termina por ser una demostración. Temible sería para la sociedad observar diariamente sin filtro, las violencias en comisarías, cárceles, considerando la eventualidad, del terror, el Apocalipsis de una fuga masiva de presos.

      
            -Relaciones de poder- ¿Una red de eslabones iguales?

            En este sentido, inseguridad se torna en una entelequia que tiene el poco sentido que puede tener una palabra como “poder” si se la usa para nombrar a casi todo, y no mostrar cuáles son los límites de su uso. La descripción de las relaciones de poder, su cuantificación, su análisis no siempre, ni orienta el sentido, ni demuestra como estos, desarrolladores de saber, productores, se hacen de las verdades necesarias para lograr sus objetivos, el primer caso es sencillo, una sociedad, se hace más fascista, cuando tolera tácitamente el uso de las fuerzas de seguridad sólo para deshacerse de un gran problema, ¿no fue acaso esta forma de pensamiento una de las que termino ilusionando a principios del siglo XX con la fantasía de la eugenesia? Consideremos que se trata de una forma de saber que al menos “parece extinta” superficialmente, pero es claro que como en el caso de otros saberes, tiene parientes cercanos en las técnicas de la salud, y la educación siempre y cuando queramos pensar el poder. ¿Cuánto hemos expandido el campo de la inseguridad en el último tiempo? ¿Cuánto delegamos en el orden social las cuestiones de la supervivencia? ¿Cuán poderosas son las herramientas para amenazar las vidas de las personas en la sociedad contemporánea? En la medida en que la información, el espacio público, el dinero, la biología, y otros son comprendidos en mayor profundidad, se amplia el campo de lo que es digno salvaguardar. El cuidado del ambiente, puede “convertirse” en la seguridad del ambiente, y el futuro un Estado podría reprimir para mantener cierto recurso “natural” en el estado que se encuentra sólo por objetivos de orden del “control de la población”. Consideremos que en el caso de la inseguridad, se maneja una nueva forma de misantropía, una forma importante de la desconfianza, y de la maximización de la vida humana en términos finitos. O la excusa favorita para analizar la delincuencia no es que se trata de gente inspirada por el diablo, pero es claro que se trata de una evolución, la competencia por la vida, por la mejor vida posible en todos los espacios, y tiempos posibles. Nada debería poder hacer el desfavorecido para alterar esta relación, si la relación de poder es rígida, si la dominación es perfecta la inseguridad, y la libertad no existen.

            Esta consideración gana importancia cuando se trata de entender el papel de la Ciencia Política, en una forma más rudimentaria, la pregunta por el poder es especialmente relacionada con el concepto de soberanía. No se trata de una simple superación, no se trata de un simple concepto que queda obsoleto bajo pena de abandonar ese saber, eso pudo pasar por ejemplo con la eugenesia, y la frenología, o la biología en términos racistas. Podemos entender que si para la biología, los términos de lo viviente, la Vida son en sí mismos un problema, esto lo puede ser en el sentido de la Soberanía y la seguridad. Como podemos entender que la enfermedad en cuanto a su presencia, y parte del error, de la falla, de la presencia no perfecta de un orden, puede ser la presentación misma de la inseguridad. Pero claro que una analogía no es una imitación, la soberanía y el Estado en particular son las unidades políticas por excelencia. Esto quiere decir, que la necesidad de una “investigación específica  y local”, muestra antes que nada una problematización práctica de la incumbencia en la forma de abordar un problema, es decir, la renuncia a una gran totalidad. Es evidente que el concepto de soberanía tomado en la forma superficial puede ser una verdad “tranquilizadora”. Se educa para esto. Incluso la demanda de un Estado superpoderoso e infalible, lejos de la gubermentalidad liberal, revela que la idea de un sálvense quién pueda es precaria, a menos que se elija como el ordenador fundamental al Estado como la gran amenaza para todos, cumplir la ley, tendría que ver con un sano temor al Estado. Es evidente que se deshace la pregunta por la paz social, el Estado ya no se teme por Leviatán sino por criminal, y se negocia con él, se negocia con las fuerzas de seguridad, se la apolitiza, se las hace depositarias de un saber exclusivo y como en el caso de la psiquiatría, la comprensión de la seguridad sólo pasa por los expertos en seguridad.

            La idea de violencia institucional además de ser un contrasentido, toda institución es violenta o no es institución, hace además, una moral de las instituciones, en la cual el correcto funcionamiento de estas, hace que su papel no sea cuestionado de raíz, a la pregunta: ¿Es necesaria la policía? Y la segunda ¿cuánta policía es necesaria? Se deriva a: ¿Puede la policía ser mejor? ¿Puede la policía no ser violenta?- ¿Puede usar la policía la violencia a la perfección?  

            Estas preguntas pueden ser respondidas por la sociedad, individuos o discursos, o bien puede ser la propia respuesta del Estado, si la policía es antes que represión orden, y este orden es una forma de violencia, que dispone y propone formas, antes que responder, a qué infracción se ha cometido, tiene que acometerse a tratar de ocupar todos los espacios posibles, todo por hacer “cumplir la ley”. La policía es en esencia una burocracia, tal vez una burocracia que sufre como todas, formas especiales, de procedimiento. Estas burocracias buscan maximizar sus recursos, estas burocracias en suma, presionan por expandirse dentro del Estado, es decir, el papel de la policía es pensar que nuevas amenazas podría haber, cuando estas existen, cómo resolverlas, es decir expandir las reglas para luego poder reprimir. En este camino pueden ir por las comunicaciones, y la conciencia humana por medio de la tortura. Cuando se lo considera así, nunca la policía le explica a la sociedad, cuál es su frontera, qué conflicto la queda grande, cuál es su fracaso. Esta tiene por fin crecer, y expandirse, no así la idea de inseguridad. La memoria histórica de la inseguridad, si tal cosa cabría investigar, partiría de una forma concreta, se trataría sin duda de pensar, ¿Se siente inseguro ante lo conocido o hacia lo desconocido? El delincuente tiene una preocupación principal para con las víctimas, o para con la represión del Estado. ¿Puede estar el agresor seguro de que la víctima no es peor que él? La manera en que se intuye que la relación se da entre indefensos, y educados en este sentido, y agresores, sin duda que requiere de una aprendizaje. La experiencia de delinquir es sin duda una más fácil de sistematizar que la de defenderse. E incluso cuando defenderse sí puede ser perfeccionado el atacante al tener la iniciativa podría contar siempre con el factor sorpresivo.
     
            Hay entonces un sentido dominante de lo que es “la inseguridad” esto esta sin duda mediado por el poder político, el Estado y el gobierno, tenga más o menos facetas a analizar, en este sentido, Estado en el siglo XIX no implica un burdo monolito indivisible sino más bien la idea de un orden político claro y burgués- orden que permite el capitalismo y sus relaciones. Es evidente que la teoría política no trata el problema de la inseguridad, como un emergente necesario porque este no es, ni va a ser otra cosa que una consecuencia, que un efecto de un saber y de un poder, o de una ideología, la seguridad, poco sentido tiene fuera de un dominio particular. Nadie quiere seguridad como una cuestión abstracta, sino más bien que esta si tiene algún sentido, y se puede abordar una faceta no apta para la soberanía es su parte secundaria, en este sentido, “Seguridad” puede ser claramente la cuestión de Estado pero esto nada tiene que ver con una cuestión realmente menor, el delito. Bakunin en este sentido es claro, el punitivismo tiene un pariente cercano el patriotismo, Bakunin en Incitar a la Acción es explicito, la seguridad es el caldo de cultivo para justificar una forma política de la dominación de clase en forma dictatorial, la cobertura legal tiene los mismos problemas de abstracción que tendría en el siglo XIX, la justicia poco tiene que ver con la seguridad poco tiene que ver con el Estado, la amenaza siempre es en segundo lugar, una sociedad ordenada para producir en torno al capital, poco espacio tiene para una sensibilidad del orden, de lo que podría ser las existencias individuales, aunque este en contra del buen pensar democrático. Es evidente en que este lugar como en otros el divorcio tiene que ser declarado, ni la abolición de la cárcel, ni su reforma, ni la mejora del sistema penal, ni la eficiencia judicial, en forma de política pública matarían la necesidad de dominio y de reproducción de la ganancia.

            El fetiche por la ilegalidad (la inseguridad no sería más que la ilegalidad amenazante) lleva al infantilismo. ¿Lo que es ilegal hoy lo será mañana? Cuando se considera con seriedad a Foucault, se puede entender que el poder, es una categoría que se desprende de una apreciación compleja de relaciones, entre ellas, las que habría descripto Marx, pero que habrían sido “rebasadas” según el en el conjunto de relaciones complejas y no esenciales que se dan en las relaciones de poder, que son en esencia relaciones sociales, con sujetos o sin ellos. La ilegalidad como fetiche puede hacer creer que podría haber una justicia que haga del poder, culpable de su existencia, el mero absurdo parece ridículo, y niega la historia misma del Estado. Una mala comprensión de estas ideas lleva a una serie de absurdos, el primero de todos, ¿puede acaso de pensarse en un origen de la inseguridad? La respuesta es no, el origen de la inseguridad tiene un origen no claro en ningún momento de la historia, nacional en el caso de Argentina la mitad de los 90´ es un absurdo, en el caso de Latinoamérica e incluso del resto del mundo también lo es. ¿Por qué? La respuesta es aún más sencilla, ¿por qué hacer una historia de las penas, de las prisiones y de los castigos? La respuesta es más sencilla, estas respuestas fueron creadas desde el poder (El Estado, y todos los poderes que de allí se generan y de los que allí se enfrentan con este- la política como conflicto de poderes en forma más allá del liberalismo pero no excluyente), y desde la resistencia a este, y el poder de resistir, si se quiere, de la resistencia misma sólo se entiende como consecuencia. Entonces, ¿por qué los 90´ serían la era privilegiada para la inseguridad en Argentina? Una versión simple dirían que fue por el auge del menemismo, pero esto sólo oculta que no se trata de un simple dispositivo mediático sino de la consolidación de una clase social, una clase media enfrentada fuertemente sobre el consumo, y el “estilo de vida” a una serie de excluidos, entre ellos una infinidad de formas de representaciones de la miseria, y del desempleo, la explotación social, el fin de la necesidad de mantenerlos con vida (Dejar morir por medio de la incompetencia se ha convertido en el gran misterio de la política moderna). En este sentido es prodigioso ese sentido de pertenencia, la idea de un estado de cosas difícil de cambiar, es el caldo de cultivo para una idea dura, genética y esencial de la “inseguridad”.  

            A-Una clase media- superflua y el odio compulsivo a la clase baja, al pobre y al “delincuente”:

            ¿Se puede partir ingenuamente de una dicotomía falsa? Muchas veces sí, una de ellas es presuponer que las clases medias, muchas veces el sector considerado “centro-derecha” o “progresista” distinción muchas veces inútil, tiene una simple imposición de valores por clase de los medios de comunicación esto es falso. Tan falso como sería explicar el voto sin interés alguno, ahora bien, ¿Cómo puede ser que la xenofobia, el racismo y el clasismo pudieran sólo provenir de una cierta sensación de miedo o ilegalidad? Esta pregunta es capital, si se la elimina, se cree que la delincuencia odiada, no es la clase social, odiada, despreciada, y explotable. No se trata sólo de víctima y de victimario se trata de algo más, una sociedad, sin empleo, con escasas “oportunidades” de acenso social, es el caldo de cultivo ideal para lo más reaccionario, en suma quizá sino ser fascismo al menos un malestar permanente ante la sobre-explotación y la ausencia perceptible de mejora. Durante el menemismo la clase media se volvió superflua, tanto que, su única forma de distinción término siendo el consumo de bienes importados, mientras que la salud, y la educación pública y privada no fueron puntas de lanza (recordemos que el delito “callejero” es sobre bienes de este tipo- robar servicios como cable, vacaciones, prepagas, etc., es más difícil en la calle). Es decir, una reforma del Estado incompleta que no siendo parte de un plan de una clase dominante, sino la consecuencia de un proceso anterior sólo tenía que perpetuar lo que Argentina ya había visto anteriormente. En este sentido, poco sentido tiene que los medios de comunicación pongan o no, noticias de inseguridad, hay ciertas cuestiones, básicas que parten de supuestos mucho más densos. La defensa a ultranza del privilegio muchas veces que roza lo patético si tiene que ver con ciertas formas traumáticas de la desigualdad social en Argentina y Latinoamérica, “democratizar universidades”, escuelas, hospitales, etc; es más bien una crisis y un llamado al autoritarismo que otra cosa. Esto queda revelado en la forma misma en la que es posible vivir porque hay pobres que insumen recursos, vota- “clientelismo” o son delincuentes o son las tres cosas. La sociedad Argentina en los noventa, le dio a sus clases dominantes la razón- trato de hacer su forma de vida más parecida a ellas-, la conducción de la economía de parte de las multinacionales, el endeudamiento externo, y la pobreza estructural son las bases de la Argentina, y el no poder cambiar este destino sólo podría perpetuar la miseria, y la perpetuación de la miseria hace que la educación como efecto de “asenso social” se torne superfluo, es entonces cuando el debate de la ecuación roza lo patético y lo permanente, ocuparse de la educación termina por ser la tarea de domesticación, y contención y no la capacitación para un mercado laboral que no termina de crecer a la par de empleos que le den a quienes lo consigan para hacer sus vidas sin depender del estado y del paternalismo que muchas veces sólo es pauperismo a perpetuidad.

            El miedo de la clase media a formar y engrosar, ese ejército de reserva que no tiene otra opción que ser eterno cliente del estado es lo que aterra a esta clase media (odio al paternalismo en sus formas más asistencialista y no en otras), y a sus vecinos menos favorecidos. Estos son el problema, en ellos se ve el peso, el lastre, como una política de ajuste “bio-política” (valga el chasco metafórico) hay que no alimentar, no educar, y no dejar vivir ni organizarse políticamente a los que menos tengan, y la clase media a la vez debe ser en responsabilidad a su dependencia a este capitalismo, a política, cínica y pragmática, dejando que el estado sea gris con un buen barniz de hipocresía, que tal vez sea insalvable. No se trata de educación versus seguridad, ni de escuelas versus cárceles, sino de impuestos, burocracias, planes lentos y costosos sin rédito electoral, en suma del reformismo en su máxima expresión que no siempre tiene expresión material, simplemente no ocurre. Pareciera que el problema está dado por el consumo, la exclusión permanente, y un estado que controla la vida, no sólo en la muerte por medio de la policía, sino incluso en la alimentación, la vacunación, la educación, y el acceso a la vivienda. La clase media, es sin duda la presionada en segunda instancia por esas mismas problemáticas, en su competencia puede apoyar un asenso social asistido, educación privada con subsidio estatal, aumentando la misma brecha que podría darse con  la seguridad, la seguridad pública la policía, ¿acaso alguien metería a un federal en su propia casa o departamento? Pero si claro se la da a un “oficial” de la seguridad (privada).

            B-La lucha por la producción y la seguridad: 

            La contienda por el control de la economía y en consecuencia de la vida social, y la necesaria problemática del poder se dan de la mano. ¿Cuándo podemos pensar en un poder meramente inmaterial? Esta pregunta peca de absurda, las reivindicaciones de los trabajadores articulan el lugar donde del Estado, la clase política en general tiene la difícil tarea de pretender arbitrar entre el trabajo y el capital, entre la inseguridad y la seguridad y la vida y la muerte. Podemos detenernos tal cual si se tratase de un paisaje, pero es más justo pensar, en un punto de vista clave, ¿En un país donde los pobres pagan más impuestos que los ricos para su subsistencia no son estos los verdaderos contribuyentes de su ruina a manos de la represión? ¿Acaso no son las mayorías que dejan que los maten los mismos que pretenden “protegerlos” para explotarlos? Dos veces respondemos sí, el Estado puede explotar y condicionar a todas las clases “subalternas” en cuanto dispone de arsenales de represión distintos, para los hombres, el mote de “pibe chorro” y para las mujeres el “destino” de prostitutas o de delincuentas también o cualquier otro que se le antoje, según necesite crear- el tecnicismo del termino mostraría el conocimiento del termino pero no la alteración de la relación. Claro que la trata de personas, no es vista como una forma de criminalización pese a que el cliente de prostitutas y el linchador puedan compartir un desprecio total por sus víctimas, en tanto que estas son degradadas para el placer del infractor de una prohibición menor.

            “La industria de la vagina” y la industria de la “Violencia en el futbol” están hermanadas con la inseguridad y la idea de los pibes chorros, la idea de un control de una red para estatal, asistencial, de represión y de reclutamiento puede o no incluir la cárcel. Es evidente que como sabemos que el valor, no se trata simplemente de cuanto dinero se obtiene en una actividad ilícita sino de quién hace el trabajo, los que venden su fuerza de trabajo y no tiene opción si quieren vivir son los delincuentes, ellos corren su riesgo, comparten valores sociales, y si obtienen impunidad a título personal puede que lo hagan en tanto que son exitosos. En este sentido, el trabajo como fuente generadora de la riqueza, la exclusión y la mano de obra, son claves. No es lo mismo una huelga que un piquete, que un enfrentamiento desorganizado y marginal en una villa contra la represión del Estado. Sólo la huelga, y la huelga general en particular hacen presión sobre la base, y si bien es absurdo que el crimen hiciera huelga si vemos ciclos, presiones, ofertas y demandas, comprendemos que se trata de fuerzas en constante re-producción. La trata siempre necesita más y más mujeres, las cárceles, siempre necesitan de más y más presos, y las fuerzas de seguridad, necesitan de más y más policías. Estos son sin duda un reflejo imperfecto de un mundo de producción legal, por eso la esfera del “Lavado de dinero” es la esfera de realización de esta “plusvalía del delito”, una producción que se desvaloriza pierde su razón de ser, la economía legal (un eufemismo) es el fin de la valorización de las mercancías ilegales. Una vez “legales” estas ganancias pueden servir a ser capitalizadas y reproducidas en cualquier sector de la economía.

            Es evidente que si el futuro de los sectores más pobres es la actividad ilegal y que estos no pueden ni trabajar en blanco, ni tener protección legal, ni pueden acceder a los medios de producción es decir al poder. Lo único que pueden hacer es producir, en formas “ilegales” pero grises, el trabajo esclavo es un en engranaje de la sobre-explotación del más pobre, que delinque o es consumido en la jornada inhumana de trabajo. Esto genera pánico en las formas reformistas más descafeinadas, gobernar las conductas es inducir al delito, dentro y fuera de la cárcel, pero la compulsión económica a la venta de la fuerza de trabajo es parte del mecanismo de la reproducción capitalista, es decir, la presión por engrosar las filas del crimen no es un problema epistemológico es un problema sí, y esto es igual de toda Latinoamérica de lo inviable del sistema económico. El extractivismo, la industria trasnacional no necesitan de pobres urbanos, estos tienen que organizarse, perecer o delinquir, o sin duda tener una combinación profunda de estos tres elementos. No ver al narcotraficante como un caso de “ascenso social” es por lo menos tan hipócrita como negar a aquel que salvó a su familia “jugando al futbol”, ¿qué le dio el Estado a estos atletas intuitivos más que muchas veces la necesidad de ganar dinero como salida a su situación irreversible? ¿Hubieran sido muchos futbolistas aceptados en otras profesiones? El romanticismo hipócrita hace del narcotraficante y del comisario, cuando no son la misma cosa, el mismo papel oscuro que tuvo el mismo ejército argentino en décadas anteriores como una forma de vida, como una “oportunidad” en la vida, para poder escapar a un destino estático, y de remarcada exclusión, los medios de comunicación sólo pueden reforzar, simplificar y volver “divertido” esto, de “Policías en Acción” como un reality a otros, está garantizado que la estética, lo superficial no permita decodificar pero es evidente que la sagacidad del delincuente, su superación del sentido común es mucho más fuerte que el de la víctima de la inseguridad.

            En el caso del obrero es en general igual, en tanto que aspire a tener mejor salario, mejor condición laboral, menos horas de trabajo se convierte en una amenaza, su criminalización es vital, forma parte de la lucha contra el paternalismo sindical y patronal. La tutela de la patota dentro de la fábrica es tan vital como lo es la de la policía por fuera de ella, o dentro de ella, cuando la patota no tenga los medios, “tercerizar la represión”, ya sea por bandas fascistas, o por intentos, de “supuestos lúmpenes, pobres, barrabravas aislados” es cuando menos una ingenuidad. El obrero no tiene una cuestión privilegiada de legalidad, se convierte en delincuente cuando el estado quiera, si tiene una parte fundamental en la forma en que es explotado, y la “legalidad” de su explotación es vital, se lo puede hacer rendir mejor, a que su par “delincuente”, es evidente que en última instancia los “delitos complejos”, quiebras, desfalcos, defaults, nacionalización de deudas privadas, ¿pueden ser realmente delitos? ¿Acaso no son sus agentes mismos en forma de absurdo los mismos que han ordenado la justicia y el derecho? ¿Por qué el derecho debería ser tan humano y universal que se despersonalice?- la reivindicación democrática, no impide la dominación, fuerzas de seguridad, “democráticas”, sólo implican, la posibilidad en última instancia de ser controladas, y tal vez como todo reformismo, muestren un gradualismo desesperante ante los resultados de las soluciones frente a la inseguridad, como lo son también los paliativos al desempleo, el hambre y otros.

            Ante el paternalismo del Estado, se abre la posibilidad de la lucha por la “libertad”, casual, -el riesgo- de no depender del Estado, de la conquista del reconocimiento como poder real, es decir en suma de abandonar la base de la impugnación del mismo Estado, ¿acaso no hace esto quién pide un rehén como quién quiere la personería jurídica para poder al fin no depender de otros poderes para manejar sus demandas? Un juicio justo, una representación sindical acorde a las bases, planes de lucha y autodefensa, de denuncia, son todas partes de un solo entramado que enfrenta a un Estado, el cual tiende a reflejar la situación de poder específica. La esperanza de policías democráticos rehusando a disparar sobre obreros y “delincuentes” puede llegar a ser tan “pueril” como aquella que supuso por ejemplo pacifismo entre obreros de países distintos, la inseguridad en el orden interno como forma de clasismo, como superlativo gusto por el orden burgués, hace de la ética hipócrita, de la culpa, de la fiscalización del poder, la no crítica del poder mismo. La “toma del poder” tan denostada podría llevar a una “seguridad” muy distinta a aquella que hoy aqueja a los grupos sociales, e incluso mostrar profundas contradicciones. Impedir el crimen desde las víctimas, buscar el menor castigo posible desde el Estado, no dejar que la burocracia medie, entre delitos, penas, y castigos en la práctica. No dejar que una burocracia medie entre empleos, ganancias y su reparto en la práctica tienen funciones paralelas para nada despreciables. La cárcel y los medios de comunicación pueden integrarse y hacer su “trabajo” sólo cuando el contexto de lo permiten, cuando la ideología madura en torno a un problema mayor, ¿Qué inseguridad se produce? ¿Para quién se produce? ¿Quién gana con esto? Si las víctimas son más víctimas no es más que el resultado.

            C-La mujer trabajadora, el “femicidio”, y el “delito del homicidio” en general:    


Muchas veces suponemos que el “sentido común” es la hegemonía y no siempre esto es así. Es curioso esto porque cuando pensamos de allí ya tenemos un problema, es evidente que una selección de matices de qué es la inseguridad es una construcción de hegemonía, pero, esta defina a lo que es la inseguridad, lo que es la seguridad, o una serie de valores mucho más amplios que a la cierta hora de entender una esfera como la legal, aplica valores que serían, aquellos que describirían la inseguridad. La franqueza se hace evidente, el patrón que hace al buen gusto al “vestir”, al leer, al comer, no difiere demasiado de la “inseguridad”- tampoco con la dominación del hombre sobre la mujer- pero no de un hombre concreto sobre una mujer, sino de cierto rol. ¿Acaso puede el consumo responsable cambiar la lógica de la producción? Pareciera que no, en todo caso trabajar sobre las necesidades de un consumidor, puede llegado el caso ampliar un mercado, o una necesidad ya existente. Quizá antes de inseguridad, debamos irnos a un concepto más anterior que es la violencia, la violencia, ejercida desde diversos sujetos contra otros, ordena la sociedad, la ausencia de defensa ante esta, si es inseguridad, no varía describirla sobre el valor esencial de la violencia. ¿Acaso no es la educación una forma de violencia? La aceptación del sistema penal, es en sí misma una forma de violencia, que la problematización de la “legalidad/ilegalidad”, termine sólo en la cárcel, es en sí mismo un fetiche, una conformación de una realidad imaginada. La cárcel habría fracaso en su propósito, la seguridad, en sentido amplio viene a superar la noción de encierro. En este sentido, cuando la inseguridad, aparece, lo hace en la misma forma en que lo hacen otras actividades, todas sí en relación objetivos, ideológicos de grupos dominantes, que claro está hacen sus propias epistemologías. Es claro que la idea de una falsa conciencia que impide la verdadera conciencia, sería una reducción pero es evidente que se trata de una reducción oportunista.

            La seguridad, puede ser vista al menos de tres maneras, la seguridad como la acción del estado para ordenar el territorio, sabemos que gran parte de la acción represiva del Estado es secreta, y así debe permanecer para que el Estado tenga poder. ¿Acaso esta idea de opacidad permanente del Estado no forma parte de un sentido común intolerable? Siempre se entiende que sí, la inseguridad, tiene una forma de ser planteada que es consecuencia de una tematización, mientras que se quiere ver a las ganancias por parte de las empresas, la plusvalía sobre el trabajo un medio legal, la mala administración como el delito y el daño social, y al sistema impositivo como una inocente forma de “redistribución del ingreso” las cosas no son así. Es evidente que el sentido común si se lo considera una mera discusión democrática entre burgueses en torno a la política pública es una cosa, si se trata de una cuestión en torno a la subjetividad es otra, y si se considera una forma radical al Estado es otra muy distinta.

            El femicidio como tal, antes que hacer pensar que la familia es más insegura que calle, o que el hombre es más inseguro que la mujer, que se puede confiar menos en él en síntesis, es decir, que su peligrosidad tienen que ser reconsideradas, se aleja del sentido original- las violencias elementales, y legitimadas no son tenidas por desprotección- cuando la víctima no es víctima digna de la sociedad, incluso su propia percepción de vulnerabilidad se disuelve. Poco sentido tiene pensar el homicidio como un grado simple de la peor ofensa posible, debe ser pensado como la peor consecuencia posible, que la realización de un objetivo sea por medio de una muerte, y que esta sea más sencilla de resolver en ciertos casos de femicidio que en el delito común es demostración de que la violencia, y la saciedad, la revancha, parece ser más legítima, y estar metida en la educación de las personas en forma mucho más profunda de lo que puede ser el delito en cuanto a un robo seguido de muerte por parte de un criminal.   

-         La seguridad es un “pecado necesario” antes que el “control social”-  

La dictadura de clase es un concepto claro para el marxismo y más bien oscuro hoy en día,- es evidente que el control no democrático del Estado (En todas sus instancias) sí es la base de la decisión fundamental- la pregunta por la hegemonía no sólo se da como resultado último de la intelectualidad, no es sólo la justificación del “estado de cosas”, es antes que nada, el “estado de cosas” deseado por el grupo dirigente, tenga o no este un origen sencillo de rastrear. Si la seguridad, es vista como un servicio a la sociedad, la salud como un cuidado de ella, y la educación como la posibilidad del libre desarrollo del ser humano, se pierde la cuestión coercitiva, la seguridad es antes que nada la delimitación de cierto accionar represivo sobre el territorio y la población, este no suele ser independiente de la actividad económica, “legal o ilegal” no en términos de un valor de justicia, “exterior al sistema”- sino por un valor inherente al sistema. Una crítica del delito de una clase o grupo sobre otro, por simple comparación es sí una búsqueda puntual y particular de un individuo o grupo ante el sistema pero no es la crítica de este. La seguridad, como la moda, nadie podría creer que las nociones de belleza, son menos “regulares” que las versiones de seguridad, imponen visiones, particulares, tanto que el control se hace a la imagen y semejanza de los prejuicios de grupos dominantes, no sólo estigmatizan, sino que reflejan a quienes de alguna manera hacen el acto de la discriminación. En la sociedad, los valores machistas, racistas y xenófobos, bien crecen y sobreviven sin apelar a la inseguridad, pero cuando el Estado tiene que ejecutar su forma de saber hacer, la política pública, ¿Por qué habría de pensar distinto que otras áreas donde gobierna?

De aquí se deducen cuánto importan los valores dominantes en una sociedad, valores que son claves, la seguridad en sí misma si bien forma parte de la preocupación del sujeto, no lo deprime en forma tal de paralizarlo y cuando lo hace, la fobia, el ataque de pánico, la persona víctima de su propia versión exagerada de su temor a la muerte, inmigrante y delincuente es medicalizada y tratada. El valor, discriminador, previo de exclusión, es una forma de clasismo, y trata siempre de responder a contextos de población de territorios, y de valores culturales anteriores. El juicio de valor se hace tan amplio que la “barbarie” puede ser inseguridad, sin por eso dejar de ser definida como el objeto donde la venganza y la pulsión violencia de la sociedad pueden realizarse. ¿Acaso las clases medias a de Argentina, Venezuela, Brasil, y el resto de Latinoamérica se ensañan con todas clases igual a la hora del castigo? ¿Qué es el “espectro de la cárcel común” que muchos creen que es mejor que la muerte siempre que el individuo no pueda salir bajo ningún motivo? Esta venganza dirigida, como en el caso del fascismo en sus orígenes más que responder a un miedo, se trata de la prepotencia de un grupo social sobre otro. La inseguridad puede justificar la venganza, y en este sentido, el poder de ejercer violencia seduce profundamente, y más excluyente el orden social, más natural parece que un grupo selecto, aplique su fuerza, porque se siente indefenso ante un grupo mayoritario.

Especulación Ingenua e Inseguridad:

El proceso por el cual la seguridad, podría derivar en la primera preocupación de la sociedad no seria otra cosa en suma que pensar el cómo de la represión del Estado en última instancia. ¿Qué hacer si el Estado no reprime? Su deber sería producir las formas de pensamiento, del control de la conducta que hicieran capaz un control “sin violencia”, ¿acaso no es la ausencia de esos servicios fundamentales y educativos los que pueden sostenerse? En este sentido, la debilidad de la producción de la ideología, la debilidad de las normas, la utilidad de la integración de muchas personas al Estado y al sistema productivo, dejaría una brecha, sobre ella, el resto de la producción de valores presionaría en forma de “disfunción”, cuando estos valores fueran re-escritos, sería la amenaza de la sociedad. En este sentido, es claro que la burguesía filosofa y hace ciencia en torno a lo que considera el resguardo de la tasa de ganancia, ¿dónde empieza la ideología? Podemos entender que se trata del proceso sencillo y simple, dónde se encuentra una realidad, la permanencia en la exclusión, no es que la clase dominante da un espacio claro para pensar el cómo se criminaliza, sino que los medios de comunicación son la última etapa aquella que no puede ser “idealmente aislada”, es la ausencia de transformaciones bruscas, de la petrificación de la exclusión, la que hace que una parte de la cultura en descomposición de ciertas clases subordinadas, se re-escriba en clave de “desobediencia”, en este sentido es la actividad imposible de reprimir es el uso de la libertad, claro está desprovista de herramientas de otra clase para la crítica, y en este sentido, vale pensar si no es la hipocresía la que pone en el pedestal la inseguridad, y no la represión, y como esta es ocultada, en síntesis al manejo de los medios de comunicación de la impunidad del Estado, el Estado no en abstracto sino en delitos concretos. En este sentido, el acuerdo, la hegemonía, no se trata sólo de una esfera, sino que dramáticamente hace su libreto a una velocidad asombrosa, el pacto social de una no-represión hecha de forma oportunista, acaso no se trata de una estrategia de dilación de revolución pasiva. Conservar el poder del Estado pero a la vez buscar que la víctimas sean las menos posibles, y que en encima sean ellas, las víctimas las creen los saberes que harán útiles la reforma.

En este sentido la Ciencia Política que no se trata del estudio de la Ley, ni de la Pena, ni del Crimen, cabalga en cierto abismo, es huérfana de sentido, a menos que: a) La crítica a la política de apaciguamiento de los “desprotegidos” por el Estado, y la crítica necesaria de la política de “protección” del Estado, 2) la crítica de la comunicación política en torno a los delitos, 3) la crítica de las industrias privadas en torno a la seguridad que no brinda el Estado. 4) La convivencia de intereses privados y públicos en la conformación de la seguridad. 5) La crítica a la idea del asistencialismo como respuesta a un paliativo a la represión del Estado. 6) Críticas concretas a la forma que el Estado gasta el dinero en torno a la inseguridad. La ciencia política le va a costar introducirse en una mera especulación general de la teoría política, y la epistemología acorde a la compresión del fenómeno podría perder algunos detalles, primero cada etapa particular del pensamiento político al tener una noción del Estado, tiene una noción concreta de la forma en que organiza toda la vida social, y como resultado de esto, la protección de la vida y propiedad de las personas es una consecuencia final. ¿Podría ser antecedente?

Admitir que cada nueva recomposición de la crisis capitalista produce variaciones en la burguesía, en su filosofía, en sus medios de comunicación, que a la vez generan nuevas propuestas o variantes, hace que se entienda que se trata de una forma crítica en la cual, el gobierno de la pobreza, es el gobierno de la producción en forma excluyente, sobre todo cuando se considera el papel de los impuestos y el papel de los subsidios en las economías contemporáneas y más en la economía argentina.

Mientras mayor sea la comprensión del sistema legal, mejor se puede entender la discriminación entre los victimarios y las víctimas, cuando mejor sea la compresión de la base material de esta especulación, mientras más detalladas seas las actividades económicas que se desarrollan en esta sociedad, se deducirá el papel necesario de la determinación de ciertos grupos sociales. ¿Acaso hay que alienar el delito del resto de las actividades de la sociedad?- ¿Por qué la presencia del Estado en forma asistencial es la primera alternativa frente a la represión? Ante esta idea se va creando un estado de cosas que denota un clasismo profundo en las sociedades de fuertes desigualdades, el cual tiene como co-relato una forma muy clara de entender la pobreza, la pobreza que no se puede “eliminar”, es eliminada a cuenta gotas por la presión sobre la supervivencia. Mientras que la destrucción de la base social se hace sobre una cierta política, esta política tiene que ser aquella que deja morir, el dejar morir, en el fondo sería una buena conciencia por parte del Estado en la administración de la pobreza, el conocer, cómo y por qué, las condiciones de vida de las personas en la más profunda marginalidad permite la especulación sobre estos temas. Pero a la vez presenta un problema, el primero de ellos, ¿acaso podríamos pensar que se desarrollan mentalidades completamente desarmadas de los valores que se presentan como los mejor reputados por la sociedad? Podemos comprender que la construcción del sentido cultural de la exclusión y la oposición de valores, la valorización no realista de la pobreza, pero sobre todo la realización de una política que pretende ser la esquizofrenia, donde la política de represión es puesta como la última instancia cuando es la primera: a) se ordena a la sociedad en pos de una planificación, la cual tiene como objeto el ordenamiento de la propias clases sociales, b) la represión se organiza en torno al riesgo, el cual tiene una base de costo beneficio que además en el Estado cuenta con la “redistribución” en la cual la sustentabilidad de la actividad económica anticipa, la seguridad. Esta seguridad se basa en un control, este control viene de la mano de reforzar la ley en su aplicación concreta por el poder ejecutivo y judicial.

Es parte de esto pensar que la exhibición de la represión, de la cárcel, del juicio, no puede ser mostrada como grandes procesos, sino que si nos basamos en los formatos más simples de comunicación, sus formas esporádicas, tiene por fin no sólo victimizar y crear victimarios. Además cuentan con el poder de ocultar la represión por parte del Estado.  El Estado “impotente” es una paradoja del neoliberalismo o mejor dicho de una consecuencia imperfecta de una filosofía combinada con la realidad en ciertas formas concretas, estas formas sin duda son las que admiten que; justifican la adjudicación de recursos a la “seguridad” que no es otra cosa que la represión, además cuenta con cierto divorcio de los problemas evidentes de la vida en sociedad, la “seguridad” va en contra de otro valor tan abstracto como la convivencia, y por consiguiente re-crea circuitos.

Falso es que los valores en torno al miedo formen sólo parte del odio, al delincuente, las ideas de superioridad basadas en temas relacionados con la clase y ocupación son fundamentales. En este sentido, la muerte de una persona por portación de cara, no cuenta que como en el caso del desarrollo del racismo puede tener una consideración de clase, en este sentido, el divorcio de racismo y clasismo, en este sentido vale decir que Foucault tiene una forma de comprender a la producción del Estado tal vez más “holista” que Marx, ya que cuando consideramos en torno a una forma de racismo como una creación mucho más compleja y polivalente, no es lo mismo que cuando nos basamos en la clasificación de clase, donde cada individuo a la vez presiona a sus pares, y resignifica una serie de experiencias. En muchos casos, esto genera una relación de admiración y una cultura, que hace una alabanza del delito. Delito en el cual por más que es repudiado termina por ser la liberación imaginaria de la impotencia social. En este sentido, cuando un pobre puede ser un delincuente, cierta parte de la sociedad puede al fin “desenvolver” prejuicios e ideas que son previas, y en este sentido, vale decir que estos prejuicios de un orden correcto de la sociedad, tienen que ver con los medios de comunicación pero en una instancia que no revista el poder de convencimiento primero porque se subestima el papel del conocimiento legítimo, el papel del paternalismo en los Estados como argentina y otros, donde en última instancia el “delincuente” sería un mal agradecido, este sentido común, promueve una serie de valores complejos. En todo caso los medios de comunicación trabajan lecturas complejas de explotación de nociones anteriores, profundizando y lucrando con la exacerbación, esta que lleva a reacciones histéricas poco tienen que ver con las reacciones a largo plazo por parte del Estado.    

Entendemos que, cuando el motivo de la crisis económica, tiene chivos expiatorios, una suerte de imaginación muy poderosa, va profundizando una forma de liberar la violencia. Esta violencia, es como en otros casos, administrada, esto se ve en la forma en que se considera, los casos de “defensa propia” y las manifestaciones por la inseguridad, frente a otro tipo de protestas en este absurdo, la protesta que pide medios de represión que la harían imposible protestar, parece ser la misma trampa mediante la cual se alecciona sobre la realidad de cierto tipo de personas. Es por esto, que la idea de un paternalismo, y del control mismo de la pobreza, de darles un futuro y un cuidado a estas personas que no tienen razón de ser cuando se las imagina de esta manera forma parte si de la justificación de la dominación. ¿Puede que la inseguridad sea la base de una falta de un discurso político e ideológico más ambicioso, la ausencia de metas por parte de una sociedad? En este sentido, el escepticismo por parte de la “ciudadanía” de la buena ciudadanía de la solución parte de la política de los problemas permanentes sería sí, una fuga. En este imaginario, la crisis ideológica, la perdida del optimismo, el debilitamiento de la propaganda, haría que la variable inseguridad, re-aparezca, en parte como una forma defensiva, ante la permanente caída de medios de supervivencia. No se trata solamente de un miedo ante el ascenso o cambio en la composición social de los grupos más importantes, a la vez se trata de un proceso dinámico de transformación social. En resumidas cuentas, el vender como preferencias necesarias, preocupaciones de las personas, es a la vez ordenar, y condicionar el orden del gasto del Estado, y la visión misma de la satisfacción de las necesidades. Es decir, que la desilusión por cada política de seguridad fracasada, mediante la propaganda resalta el papel de la propaganda dominante. En este sentido, la relación entre el voto, el Star system (políticos como celebridades), y la política de inseguridad, van de la mano.

-Gobernabilidad, conservadurismo e inseguridad-

La pregunta electoral es la piedra angular de la “Ciencia Política”- si consideramos esto en su forma moderna, la aplicación de modelos formales, nos dará que las instituciones que no se critican sistemáticamente se entienden en cada cual, como casos, en este sentido, estos casos se analizan, como respuestas, si consideramos esto así, la “Democracia” procesa demandas, en este sentido, la inseguridad, como producción del miedo, y el miedo como ideología, y tratar “democráticamente” el miedo de la inseguridad, el de sopesar, el valor de distintos expertos sobre políticas públicas, hace que ciertas formas elementales de la vida social parezcan ser la respuesta esencial de la política, la inseguridad, es una de ellas, y llamar “inseguridad” a todo lo que podría reflejar la crisis del capitalismo no es una solución sino más bien un problema, creamos o no en “leyes de la vida social”.

Podemos considerar que estos hechos que se procesan son importantes, primero porque muestran un problema, la democracia tiene muchas interpretaciones, el pecado muy caro a la disciplina es no seleccionar los criterios a valorar. Por eso cuando se considera que existen una relación diversa en distintos actores políticos con temas como los de las políticas públicas de inseguridad, hay que refinar el análisis, considerando que, el Estado es el gran asignador de recursos y que ninguna política puede darse en forma aislada. Deducimos que, la polifonía en términos de inseguridad es mucho más reducida de lo que se gustaría admitir, los debates en las democracias contemporáneas pueden ser más estrechos, y sus soluciones “votadas” también lo son por consiguiente. Esto hace que en distintos países de Latinoamérica, la militarización, y la búsqueda de un orden en la “seguridad interior”, una justificación sea un celo muy importante por la misma intelectualidad y no así por el público, el votante, etc.

   

            Derribar un principio, hace que la idea de víctima, sea una justificación apta para la violencia.  


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