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V2:


Un mal relato tiene entre otras cosas una serie de enumeraciones inútiles. Muchas veces esto conforma cierta pauta para la frustración y el desgano. Así es la postal de un mundo que ante todo tiene cosas muy graciosas. Se podría pensar y pienso efectivamente en esta deliciosa coincidencia que existe entre el V2 y los drones, la cual fue propuesta por Dante Caputo y es muy cierta. También pienso en aquello que sirve para orientar entre tantas otras cosas, los saberes y la erudición inútil.

Cuántas veces hemos querido olvidar ese papel importante. Cuan mediterráneo es nuestro sentido del gusto. Muchas veces se pasa uno pensando que debería haber un bien o un lugar a donde llegar. ¿Dónde está la divina pasión? Seguramente debe andar por la televisión, debe andar en la destrucción de todo lo valioso, en su caída.

¿Qué más pedir? ¿Perder el tiempo? Buena parte del tiempo sí, el hablar y el parlotear hasta el éxtasis del cansancio de interlocutor. Ciertamente que es lo contrario a la timidez es una manera asquerosa de seguir transmitiendo ideas. El mundo pasajero, divertido, cruel e indiferente no es si siquiera el paisaje del último de los románticos, no es glacial. Nada de eso impera en él es parte de una decadencia sin nombre.

Muchas veces podríamos imaginar que se trata de un estilo pero nada más lejos. Nada podría ser peor que ir esperando a que tengan sentido. El fracaso si tiene fiscales. Las usinas de fanáticos no, los que creen que las estampas hacen milagros no pueden. El mundo de la estampa sigue, y es el fetiche, hoy el mercado crea la marca y la gloria. La nación y la bandera pueden funcionar también, todo eso señala cosas. Esas cosas señaladas tienen muchas connotaciones. La burocracia puede varias, a veces puede ser como la última de las colmenas humanas, el mensajito de texto para la última salvación, el rascarse. ¿Tanta pasión por el derroche? Puede que sí, en toda tragedia natural hay derroche, en todo lujo hay derroche, en toda muerte absurda lo hay.

Entre tanto caminar se puede decir que perderse es necesario. Podría implicar esto una serie de abstracciones. Escuchar toda una sinfonía puede implicar esa serie de abstracciones. La disciplina, es un ejemplo de ello. ¿Cuánto tiempo fijar la atención? ¿Mirar el reloj? ¿Toser? Todo eso forma parte de esa vida maldita que queda para quien elije pensar en lo que ha pensado. Reflexionar como nos cuesta como monos nacidos para movernos estar tanto tiempo callados y bien portados. Las peleas entre viejas por asientos. Pelearse por ver y no dejar escuchar, esas son las metas idiotas.

Graciosamente nos pasamos quitándonos la piel. Nuestra ignorancia es infinita. Nuestra producción pobre, nuestra opinión errada. Pero bueno, son pasiones, mientras más piensa un experto en mejorar una tuerquita el mundo se le cae abajo, los años, las arrugas y su pasión de especialista es su perla. Así pasa para el comediante que quiere el gran mundo. Pocos pueden entender el llamado al nadeo, al no hacer nada. No importa tanto el porque. Importa que ocurra, y en su ocurrir algunas cosas se lleva suelto.

Si alguien se pregunta por esa vocación se puede decir ante todo que no aspira a ser regalada. Que no aspira a pensar que tiene un destino trascendente, ve las cosas pasar. Ve el mundo, ve a sus actores, ve a las personas que levantan su dedo y que viven sin ídolos o al menos eso creen. La buena vida no puede convivir con esta vida errante, no pueden hacerse espacio. No pueden felicitarse, no pueden creer cualquier cosa.

Vivir sin un “buen vivir” es desafiar a esa idea de buen vivir, es desafiar el bien por el bien mismo. Es volver al desperdicio a lo que se pudre en el fondo de la tierra. Lo barroso, lo opaco. Podríamos pensar que reciclar los hábitos inútiles, el pensar, los celos, la “poesía de mierda”, la “poesía que nada dice” y todo lo demás. Podríamos pensar en el Under, podríamos pensar en el tiempo que se pierde. Tenemos seguro que ese desprecio olímpico e infinito se paga a sí mismo. Podríamos saberlo sin tener alteración del tono de voz incluso. Hay más médicos en una muerte moderna que otra cosa, no hay una fantasmagoría, el cementerio es una ciudad bordeada por otra. Su silencio nos hace pensar en la disciplina y en el fino ocultamiento. Eso es lo que pasa con el entretenimiento.

Postales genuinas como un carnero degollado, el jugar con la palabra normalidad. Eso es falto de investigación, el humano hecho normal, responsable es parte de una bella escena. Es el ateo perfeccionista, el omnipotente reducido. El pobre, el que tiene que forjar el mundo, sin examen y entonces deja las cosas por resolver en un mundo infinito. ¿Un día el buen gusto dará una patada a la teología metiéndola en la dramaturgia y la novela? ¿Cuántas veces habrá que estafar con nuevas creencias? ¿Tanto hay que hacer para no disfrutar de la muerte?

Ciertamente que estas cosas son banales, como lo son las nubes que son pasajeras. También lo es el pensar, ¿cuántas ideas han valido la pena en nuestras vidas? La bruma, el techo bajo, la molestia. El tener la sensación que la sociedad se va engullendo nuestras lógicas. El tener una cierta seguridad de eso. Invenciones nuevas, nada nuevo bajo el sol. Mirar la carne en los fideos, pensar en el queso. Soñar, creer que la vida va y viene. Los poetas que denigran, los poetas que alaban, los que serán una envidia inútil entre millones de mediocres universales que son las chicharras del jardín infecto de ilusiones individualistas.

Ahora ¿por qué esperamos tantas respuestas? No podemos simplemente correr hacia un barranco con FE. Hay que inventar las imágenes del dolor, los hombres del medioevo jamás pensaron en un mundo lleno de basura, de plomo en el agua. Los hombre del medioevo, preferían pensar en lluvias de fuego a lluvias ácidas. Sus imaginaciones eran bíblico-volcánicas, y no industriales. Estos hombres jamás soñaron con cucharaditas de pesticidas ni personas arruinadas por el monóxido de carbono, ni por la grandeza del hollín. Jamás imaginaron la fuerza de la maquina que podría ser un tren destrozando un cuerpo humano, o de una bomba nuclear. Como ven la imaginación que no tiene tecnología termina creando y pintando imágenes conocidas. ¿Habría más libertad en alguna otra parte? En el mundo del paraíso terrenal esta imagen es vista como el consumo de todos por todo, que nos alcance que nos sacie. La vida y la naturaleza, la historia y el conservadurismo van para otro lado.

Tal vez sea un sueño profundo pero se puede dudar. No se espera que se tenga una salvación en la punta de la mano, el goce moderado parece ser la última barrea moral, la última racionalidad descarnada y platónica, el producto acorde a cada orden, tipo de consumo para que raza, bronce, plata y oro. Tiene esa desgracia de no tener repuesto, tiene esa desgracia de no cargar con magia de irredentos, se trata de hablar. Se trata de perder el tiempo y sobre todo de tener doble moral, la llama de la vanidad nos da la verdad, sus sombras y el gusto aprecio por la hipocresía. 

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