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Santa Teresa- la primera santa alocada y postmoderna. (I)


Para estas historias hay que estar bien relajados. Uno si es respetuoso se deja llevar por los relatos y los avala, si es un reaccionario, si es de aquellos que toma las ideas avanzadas sólo como una forma de preservarse no va a entender de qué se trata.
Si hay en esta cultura un último cofre de la mujer como el depósito de todos los placeres, la madre de todas las fugas, el no estar ahí. Este relato a la manera de Occam se disocia fuertemente de ello. Este relato no es de una minita o un culo, con la resaca bukowskiana que muchas veces es paja y pura paja. Son los confines de la feminidad sin compresión, lo que decía Lovecraft el miedo a lo desconocido y a lo que se quiere desconocer, para ser inocentes y criminales.
Escribir, escuchar y leer son ejercicios. Por eso es importante mantenerse activos. La historia de Santa Teresa es singular. Teresa es una chica menuda, tímida, pelirroja, muy alta, medio andrógina. Sus virtudes eran pocas, soñadora en extremo, imaginativa, poco útil para desafíos. Se vestía con telas demasiado pegadas a su cuerpo pero sin mostrar mucha piel. Era sin duda una chica piadosa que creía en los milagros, pero a la vez era bastante calenturienta, pero sin embargo con un desapego total y una falta total de lo que se diría frigidez, histeria, o ciclotimia alguna.
Su historia como toda historia milagrosa tiene momentos inquietantes. Teresa se cortaba pero sanaba con gran facilidad, sus huesos de igual forma sanaban con facilidad. Teresa no tenía miedo. Sin embargo ella no ansiaba la libertad perdida, ni era precisamente fuerte pero si muy sana. Sus glóbulos eran feroces, ya fueran rojos y blancos. Nada temía y pensaba antes que nada su cuerpo, hecho para resistir no era el hogar natural del sufrimiento.
Es que Teresa era así, su primera voluntad era trabajar la fotografía por medio del desnudo, tomado sobriamente y a la distancia, lejos del comercio de la carne, pero exhibiendo la carne misma, gozando de un ojo que no tiene tan exacta la idea de la sensación y del orgasmo en lo inmediato. Se puede acabar a oscuras no puede ver la voluptuosidad del cuerpo, su caos a oscuras, y ella prefería ver a escuchar. Sus manos eran como hojas muy delgadas y afiladas, era ingeniosa con los dedos, despreciaba las tareas domesticas, administrativas o repetidas. Teresa, le gustaba pensarse monja, sólo por diversión, y los motivos religiosos, pasados de moda, delirantes, solitarios de vidas ilustres que no buscan la fama. Eso era lo que prendía en ella.
Teresa disfrutaba con la muerte de los bebés, y el aborto le parecía algo menor. No tenía por la muerte un miedo importante, tampoco por la ausencia de placeres de la vida, estaba inmune de los mandatos. Sólo se guiaba en ser un “Dios” y a la vez ser devota una deidad menor.
Se veía como una virgen, se inspeccionaba el vientre como si lo fuera pero eso no importaba, pensaba que la languidez, y esa apariencia que Miguel Ángel dio a la mujer, poco pulposa y eternamente púber era la imagen de la virgen independientemente que lo fuera, que con usar un pañuelo en la cabeza ya se tenía la piedad.
Ciertamente algún hijo de puta piensa que estamos pensando en algo con lo que se podria pajear al instante. Podría ser literatura francesa contemporánea pero no es. Tampoco se trata del asquito, si se trata de una santa posmoderna, no una Gilda, no una Lolita.
Cuando Teresa se masturbaba, ella en general se sentía profundamente aliviada, a diferencia de otras, sobre todo por las ideas imbéciles que circulan nada en ella le hacía sentir, el vacío y la culpabilidad, lo que orgánicamente es el alivio. Pues bien, sus sensaciones a través de su mano eran mucho más especiales de lo que ella imaginaba. Sus manos eran poderosas, pero solía fantasear con sus ojos, teniendo pánico de los sonidos de sí misma y los demás.
Suele escribirse y se ha escrito siempre sobre la capacidad de los hombres de dar placer por su energía, y de las mujeres por provocar por ser el depósito del placer, carne pasiva, sin decisión que simplemente está ahí. Bueno nuestra Santa nada de eso tuvo que ver. Nuestra Santa tenía el gran problema del orgasmo pero no el propio sino el ajeno.
Teresa sin duda tuvo que aprender de realidades muy disímiles pronto. La primera de ellas era que su goce era muy diferente al de otras personas. Además para su sorpresa sus encuentros carnales por llamarlos de alguna manera, rozaban lo patético y no por ella justamente sino por sus acompañantes sobre todo masculinos. Con su simple mano los hacía acabar pero este no es un relato convencional. No los masturbaba, los hacía acabar por medio de su mano sobre su piel, sin necesitar tocar sus órganos sexuales.
¿Misterio? ¿Milagro? ¿Rareza? Ella en un momento en plena “investigaciones por internet” descubrió que era en su saber simple eyaculación precoz, y la suerte le había tocado muchos, muchos precoces. Esta no era una Lolita, nada de esa clase de fantasía, no es que muchos hombres le tuvieran especial estima. No para muchos era especialmente flaca, desabrida pero cuando los tocaba, los doblaba, los agotaba, los dejaba en la nada, perdidos, era Circe, mediante eyaculación mediante, mediante la nostalgia, mediante un golpe de placer muy corto. Asi tuvo novios, pero no era una figura a lo Cortázar, complicada y sublime, implicada en rutinas. Era una fuerza solitaria en su emboscadura en su verdad.
Algunos vieron esto con horror. Muchos fueron perturbados hasta la locura, no todos acabaron en situaciones normales y patéticas, unos cuantos se acabaron en sus pantalones en plenos colectivo o tren y para su sorpresa, acabados, débiles con un lamparón en sus pantalones, extasiados pero ridículos, no tenían nada ya que hacer. Estaban terriblemente expuestos. Otros, ocasiones que por causas raras nada tenían pensado con ella cosas similares les pasaba, algunos lo confundieron con amor, con un amor terrible. Algunos se hicieron adictos, hasta el desprecio patético. Ella los tocaba y ellos se iban.
Cuando de los prodijios, los exhibicionistas aparecían como le había aparecido a su madre que quedo traumada para siempre. Ella simplemente volvía pequeño al exhibidor, haciéndolo acabar al instante, dejándolo en sus vergüenzas, incapaz de una erección.
En cierto momento ella salió a la carga, a tocarlos a todos, a que muchos acabaran como nunca en la vida. Mientras que se dice que el hombre el activo, el que lleva el amor, el poder, la fuerza, el dominio, Teresa, que mientras que los tocase con sus palmas, podría tener a varios haciendo la cuestión patética de resistir acabarse, pero ella los desarmaba sin problemas. Muchos de ellos estaban en esas cuestiones. Muchos de estos no sabían qué hacer ante el poder. Dios mismo, el milagro y el orgasmo que no depende de ellos. En todo caso, si ella perseveraba, ellos estaban cada vez peor, ella podría llevarlos hasta orgasmos cercanos al dolor, del dolor severo de testículos y pene, incluso podría torturarlos con un sucesivo cansancio en tiempos que otra gente no hubiese visto ni en grandes pulseadas o jugando muchos partidos de fútbol.
Cuando se corrió la bola, los dotados, los rufianes, los musculosos, los anabolizados, los adictos, todos querían desafiar a lo que parecía Excalibur. Pero no era así, simplemente caían, Teresa era Goliat y no David, era la fuerza, y el milagro era que nadie estaba invicto, ella rozagante, y todos ellos agotados, sin asomo de ninfomanía alguna. Impasible, Teresa con tocar cualquier parte del cuerpo le bastaba.
El efecto de idiotas conmovidos fue en aumento. A mayor número de rendidos, mayor la gloria. Ella sin embargo estaba ajena al suceso, los seguía viendo, algunos como los cajeros, los kioskeros, los mozos, cualquiera que tuviera contacto casi directo con sus manos se acababa eyaculando furiosamente. Ante el mito de un hombre que siempre puede con todos, ella podía con todos sin esfuerzo. En parte tuvo que alternar con mujeres, en ese caso la cuestión era normal. Por lo que nuestra Teresa tenía una asistente pero no tenia ese “Don”. Teresa quería ser una especie de ser místico en Mar del Plata.
Ella misma fumaba bastante porro, y andaba con su pañuelo largo en la cabeza caminando por las noches, deambulando, y cuando lo peor, de lo peor parecía pasar, cuando alguien creía que la podía abordar, ella simplemente los tocaba, y ellos acabados, sucios, y sin muchos que pensar se paralizaban. El prodigio era grande, cuando puso un tacho para juntar monedas tuvo una popularidad extraña, los que la tocaban sabían del efecto aunque lo creían degradante muchos se volvían adictos a él. Ella a los impertinentes les hacía acabar con dolores que les duraban largos días como práctica sadomasoquista.
La Iglesia, estaba inmune a sus efectos, hasta que ella empezó a ir a las parroquias con su pañuelo. Hacia acabar ella a viejos que pensaban que esto era imposible, a los curas mismos, y a muchos otros, avergonzados por llenarse de semen en la casa de Dios. Ella tenía en sus manos un gran poder. La gente estupidizada hacía correr la voz.
Algunos empezaron a guardar su semen de la mejor forma posible, iban con preservativos puestos, juntaban y esperaban su semen tuviera algo mágico. Algunos se lo tomaban, otros, querían que sus parejas los tomaran, algunos más se lo pasaban por sus peladas, o sus panzas, con ideas de curación que no estaban claras. A uno el pelo le regresó por su propia acabada, la santa milagrosa, no tenía un santo sudario pero tenía esa creación de semen milagroso.
Aburrida del clero volvió a la calle. Sus días fueron, hacer pasar raros momentos a los transeúntes. Los impotentes, precoces, y con disfunción eréctil, iban a Teresa para ser jóvenes otra vez. Algunos ingratos, querían ensuciarla con su semen pero claro cuando intentaban esto, el semen les ardía y las hacía estigmas. Nada podrían hacer contra ella con el producto de su goce. Los que estúpidamente intentaron rociarla, masturbarse sin su intervención sufrían dolores y algunos llagas. Uno llegó a la guardia del clínicas, había perdido su pene para siempre.
Este poder generó miedo y envidia.

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