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El Juici Salif y el Diseño, una crítica “moderada”:

Partamos de un punto, este es muy importante, el diseño puede ser tomado como una disciplina cerrada, estanca, cuadrada, como un discurso que dice todo lo que tiene que decir de sí, un “paradigma”, eso es el diseño en todas sus formas, pero pasa en casi todas las disciplinas artísticas y científicas en general, el Arte, la Ciencia,  y el Diseño, que muchas veces es una forma de combinación de Arte y Ciencia. Pero con un discurso propio, con reglas, con utopías, con prejuicios. El diseño tiene un gran parecido con la ingeniería, en este punto, el diseño mezcla la especulación con la necesidad.

            ¿Qué pueden decir las Ciencias Sociales de una juguera? Bueno muchas cosas, pero tampoco es un artículo académico, lo que sí, se puede decir es una cosa. El Juici Salif, impacta porque mantiene una rica polisemia, y la polisemia es muy útil en el diseño, la pregunta es, ¿Cómo significa una juguera? ¿Cómo se articula? El nihilismo en torno al diseño, es un problema del consumidor y del diseñador, el nihilismo en suma, pero este problema es parte de una deficiente formación y de dialogo. El dialogo- es importante porque el diseñador diseña en conflicto, y la objetivación- el momento donde el producto es fabricado- al menos para un pedestre politólogo, no termina con el calvario del diseño. El poder del diseño son sus intenciones a-priori, es decir, de todos los supuestos, que deben ser claros y que deben interpretar, masivamente a ese sujeto gris y difícil, ese es el momento donde el “artista-diseñador-fabricante-crítico” se unen en un solo punto, el discurso del diseño es importante tenerlo en cuenta, el caso –distinto- vale mucho. El consumo, es el valor capital, ¿se puede consumir lo inútil? Se puede diseñar la inutilidad, se puede plantear un “no-objeto”; como nos daremos cuenta, creo que el potencial de un objeto, su verdadero valor, su pretensión de perdurabilidad, es subvertir, las formas previas, y hacer del uso, el significado y la estética un solo punto.
           
            El problema es un fetiche, ¿vale la pena pensar en una juguera? Que tenga que ser condenada ser juguera. ¿Quién decide las formas de producción de los objetos? Es necesario pensar que el efecto de la difusión, contiene en sí una ventaja, -las condiciones de producción- en todas las épocas impactan fuertemente sobre las ideas de la perdurabilidad, y la eficiencia de los productos, mientras ramas enteras de aplicaciones decorativas y trabajos aplicados, desaparecen, como el oficio del yesero y el herrero, mientras que ciertas aplicaciones manuales, tienden a perder su papel, el papel de lo artesano se disuelve, y el papel del artista aparece, ¿es necesario decir que el diseño tuvo algún lugar perdido en la historia de la manufactura? Podemos decir que sí, el trabajo domiciliario, la producción en lo pre-industrial, la búsqueda de lo único, y a la vez funcional, sin dejar de lado, el tratar de entender el gusto fueron las primeras formas en que los productos adquirieron formas que los tenían que hacer atractivos.

            No es un problema el que aqueja a la post-modernidad desde el punto de vista del diseño, el diseño como toda rama, debe estar complacido que puede crecer en un basto mar que gracias al post-modernismo, dio a la forma una parte de la especulación, a la utilidad otra, y a la recepción otra, estas tres esferas se hacen ahora, el labor de la forma en que se tiene que pensar la utilidad. Que los grandes capitalistas, tengan ahora una Vulgata para poder hacer creer que saben qué es el futuro, sólo muestra como siempre, que el Arte, el Diseño, y la Artesanía, no tienen límites claros, y que sólo son discursos, donde palabras y saberes ganan jerarquías, el diseño necesita de fácil reproductibilidad, esa es una de sus claves, que no se rompa y que –cumpla su sentido- al menos así lo vemos los legos, los –clientes- en este sentido, la juguera es útil, no es quizá lo más útil, pero habría que ser necesariamente un gran consumidor de jugo para esperar una maquina, compleja, rápida y que además realice todo por sí misma que de hecho ya existen. La pregunta es, -¿no fue el previo diseño de la historia de las jugueras lo que admite, permite, legitima esa juguera? Al diferencia del arte, la historia del diseño como en el caso de la ciencia puede ambicionar, un saber de construcción grupal, y una necesidad de no alienar cada objeto de una serie de objetos anteriores y necesarios. En realidad, no vale por lo que representa, sino por ser una de las variantes a disposición de la fabricación. -¿Por qué el terror? Simplemente por debilidad de una teoría, cada caso, que se resiste a ser pensado, tiene que ser admitido como excluido, subordinado, u ordenado de una forma distinta.


            La juguera, original, creada, rápidamente y de forma simple, en aluminio, es una respuesta sencilla, ecológica, durable, es más es una negación a planteos que buscan respuestas –“culturales” y sociales de gran bastedad, resistió al hecho de la investigación de mercado y demostró el potencial de la intuición del diseñador. Lo que no quiere decir que haya alterado el paradigma dominante, la juguera es como un aforismo en medio de un mundo de pesados, textos argumentativos, es en suma, algo refrescante, y tiene valor, si es sencillo, si es fácil de usar en varias formas, si es pasible de intervención sucesiva, si puede generar más de un producto de acuerdo a los materiales, contexto, y usos, ¿por qué no decir que es un buen diseño? No es arte en la forma tradicional, caso contrario, jamás debió ser entregado para “No-ser” arte, Warhol, para nada haría esta juguera para hacer juego, la pregunta, es, ¿Por qué no intervenir deliberadamente en la forma de hacer jugo? Lo simple, es lo más pasible de ser reorganizado. Justamente creo que es buen diseño, el discurso que hace de la utilidad, la facilidad, la proximidad, tiene que ser discutido, como toda sofisticación, el diseño puede ser –para diseñadores- y sin embargo no pierde fuerza, porque en última instancia, muestra una parte del imaginario, como ocurre en la política y la filosofía, donde no todo producto es capaz de ser independiente de la comunidad de su origen. Los objetos cultuales tiene un efecto; extra-ordinario, ordenan o des-ordenan una comunidad, si el diseño se hace positivista, sólo podrá progresar, aritméticamente, con lentos pero sucesivos trabajos, el problema es la propia- entropía del sistema, nada hace que las reglas claras hagan resultados claros. Lo anarquizante, lo divertido, lo desafiante de una juguera hecha en segundos en una servilleta es que es una crítica sólida a toda la academia, una crítica a las cuidosas concepciones especulativas pero no reflexivas de la actividad humana. –el objeto pregunta directamente ¿qué hemos hecho del diseño? ¿Qué hemos hecho del jugo? ¿Sacar jugo es un deber, un placer, un trabajo? Es obvio que lo lúdico de un diseño simple, bello, y distinto es el papel lúdico del jugo, sacar jugo de la naranja en forma rara, algo aparatoso para algo simple, algo que bien puede ser contraste del televisor, del micro-ondas, del horno, del lava-vajilla, es parte de una respiración necesaria entre tanto utilitarismo, y esto parecería que tiene límites precisos como si tales objetos si fueran pasibles de modificados, ¿Hay límites para hacer platos? ¿Qué sentido le hemos dado a los platos? –cada objeto, según las condiciones de vida de consumidores puede variar. Creo que el sujeto disuelto que no hace jugo, pero que puede perderse en una naranja y en una juguera, en un –exprimidor- y a la vez no tener otro lugar, otra sensibilidad que una acotada acción intervenida por la forma, conforman parte de un horizonte profundamente pragmático, donde, las actividades más “irrelevantes” cobran relevancia, la juguera vale por eso, y va a seguir valiendo en cuanto se puedan valorar los usos y funciones más simples. –Reinventar, el lapiz, la taza, el tenedor- aunque son imposibles de ser- reinventados, llama a pensar que hacemos con lo que nos han educado a ser maquinalmente, tiene la bondad de la tijera y el cuchillo, tiene la bondad de ser una extensión simple del hombre que se entiende en su –caos- fácilmente y sin ser el caos es una alternativa, que no tiene que ser arte sino que forma parte del HOMO FABER, el primer hombre que usaba la piedra según maneras intuitivas de conveniencia y no formas de especulación sistemáticas y complejas, frente a la pérdida de objetos de larga vida reparados por los usuarios, estos objetos simples, reintroducen en la casa, el papel de las manos, con los objetos, y la supervivencia en lo patético de hacer algo simple, tener que lidiar con el jugo en una sociedad apática puede ser divertido.    

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